domingo, 20 de febrero de 2011

Aleluya

El baile comenzó más tarde de lo debido.
Eran más de diez parejas, -cada una con su máscara- moviéndose al son de la música, en  la pista de baile. Entre ellos, estaban los recién casados con una chispa de ilusión en sus ojos.
Todos los invitados a aquella fiesta estaba rebosantes de felicidad y recordarían aquella boda toda su vida. Todos, menos una muchacha que observaba tristemente la escena. >>Ellos se aman<< pensó ella >>Ellos se quieren con todo sus ser y yo... Yo no<<. Giró la mirada para observar al joven que la agarraba de la mano. Un chico con el pelo castaño y corto que, para esta ocasión, se había vestido con sus mejores galas. >>¿Cómo pueden obligarme a casarme con una persona de la que no estoy enamorada? ¿Cómo pueden querer que comparta mi vida con alguien totalmente extraño para mi?<< pensaba mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Fuera de allí, de aquella sala llena de gente, un chico lo observaba todo escondido tras una cortina. Observaba el baile, observaba a la gente, a los recién casados. Pero a quien realmente no podía quitarle el ojo, era a una chica que estaba sentada en la mesa presidencial. Una chica con el pelo castaño que observaba la danza de los novios con una tristeza mal disimulada.
El chico suspiró y se mordió el labio inferior. Dio media vuelta y volvió al trabajo.

La chica apartó la mirada de los novios. Su mirada se perdía en el jardín oscuro que se podía ver por la ventana.
Sus ojos estaban a punto de desbordarse. Sintió un tremendo escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
-¿Qué pasa, cariño?- dijo el chico que estaba agarrándola de la mano.
-Eh...- dudó la chica -tengo que ir un segundo al lavabo, enseguida vuelvo.
Y se levantó del sitio soltando la mano de aquel joven, con el que, dentro de pocas semanas, tenía que contraer matrimonio.
La chica caminó con sigilo entre la gente.Aquella situación era de lo más surrealista. Las parejas de enmascarados bailaban al ritmo de la música un famoso vals y ella, sentía un agobio inmenso en el pecho. Como en aquellas pesadillas en las que sabes que te sientes solo, aunque estés rodeado de gente.
Salió de la sala mientras una lágrima se derramaba por su pálida mejilla.

El chico fregaba la mesa con esmero, aunque inevitablemente, no podía de dejar de pensar en la chica que se encontraba en la fiesta. Se había quedado hipnotizado por aquellos ojos granates. Esos ojos, habían despertado en él, sentimientos que había sentido mucho tiempo atrás. Sentimientos que habían renacido de sus propias cenizas.
Y entonces, en aquel preciso instante, oyó una maravillosa melodía. Una voz angelical que atravesaba las ventanas del edificio. Caminó siguiendo el rastro de aquella voz femenina y sutil hasta llegar al jardín del edificio.
Y allí estaba ella, posada en la balaustrada del edificio.
El corazón del chico dio un vuelco.
Permaneció en silencio, simplemente escuchando las estrofas de la canción que cantaba.


"The holy dove was moving too 
And every breath we threw was Hallelujah 

Hallelujah, Hallelujah 
Hallelujah, Hallelujah 
Oh yeah "



Los ojos de la chica se abrieron de pronto y rápidamente enrojeció.
-Ha sido increíble- dijo el chico impresionado.
-No deberías espiar a las personas en la intimidad- le reprochó la joven.
-Siento molestarte, pero no he podido evitarlo, tu voz...- un nudo en la garganta le impidió acabar la frase.
La chica bajó los grandes escalones hasta situarse enfrente del joven camarero.
-Si te ha molestado que te espíe, lo siento- pudo pronunciar.
-No, da igual...
-Puede que suene impertinente, pero ¿Podría saber el nombre de la dueña de esta magnífica voz?
-Mi nombre verdadero no- dijo la chica.
-Entonces... ¿cómo puedo llamarte?- preguntó el chico.
-Puedes llamarme...- tardó unos segundos pensando un nombre falso hasta decir: -Julieta, puedes llamarme Julieta.
-Julieta- pronunció -Bonito nombre.
-Ha sido el primero que me ha venido a la mente- dijo ella con gracia.
Los dos estuvieron riéndose durante varios segundos.
-Y a ti, ¿Cómo puedo llamarte?
-Yo seré quien tu quieras que sea- dijo el joven de pelo castaño.
-Te llamaré Romeo- dijo ella -Como en la obra de Shakespeare.
El joven sonrió.
-Muy original, me gusta- rió él.
Ambos se miraron a los ojos. La oscuridad de la noche les acogía mientras que la luna iluminaba sus caras. El joven observó profundamente sus ojos y, sin darse cuenta, fue aproximando su cara hacia la de ella. Julieta bajó la mirada y, en ese momento, le vinieron los recuerdos de su prometido >>No puedo, no puedo hacerlo<< pensó. Realmente sentía ganas de besar a aquel joven desconocido pero sus remordimientos no la dejarían vivir después. Pero, cuando alzó la mirada de nuevo  y vio los ojos de aquel chico repletos de pasión, no lo dudó un instante.
Se besaron. Se besaron profundamente y ambos bebieron de aquel beso como si fuera el último, como si el mundo estuviera a punto de destruirse y sus vidas estuvieran a punto de acabarse.
Y Julieta no se arrepintió de aquel beso.
-Te quiero, no sé cómo, pero te quiero. Te quiero muchísimo más que a la persona que está allí sentada y que en pocas semanas será mi marido. Te quiero inexplicablemente y sé que no voy a poder olvidar este beso en mi vida- dijo ella.
Él permaneció en silencio, observándola, con ternura.
-¿Dónde has estado todo este tiempo?- preguntó simplemente.