jueves, 15 de diciembre de 2011

Héroe

Casi no podía mantenerse en pie, pero tenía una idea fija en la cabeza. Posiblemente nadie podría haberle hecho cambiar opinión en ese momento. Podía caerse un edificio encima suya, pero no haría cambiarle de opinión.
Hacía frío. Muchísimo frío. Era uno de los días más frescos del invierno, puede que incluso del tiempo que llevaba allí viviendo. La capital estaba toda en silencio. Por las calles, nevadas todas ellas, no corría ni un alma. Solamente un cuerpo medio deshecho, que caminaba con dificultad, temblando.
Abrió la puerta con dificultad y, cuando estuvo dentro, se sentó en el escritorio con lo puesto. Temblaba de frío, pero no tenía tiempo.
Sentía que se acababa todo.
Cogió la pluma con dificultad, aún temblando de frío y comenzó a escribir:

Capítulo Final


Quizás Kai no fuera el más fuerte del pueblo, pero le sobraba valentía. Allí, frente al dragón, mirándole desafiante y con un temperamento aparentemente normal dijo: "Suéltala" y sus palabras no sonaron a petición o a ruego... sonaron a amenaza.
El fiero animal negó con la cabeza y le devolvió la mirada desafiante. 
Tenían que luchar. Kai supo en ese momento que moriría esa misma tarde, pero no se echó atrás. Continuó con esa fuerza interna hasta el último momento. 
Se agachó en un acto veloz y sacó una pequeño puñal escondido en su zapato. Ésa era su única arma. Ésa y su coraje. 
Fue una batalla lenta y desastrosa. El dragón hirió al joven granjero con numerosas quemaduras e incluso en una ocasión clavó uno de sus afilados dientes en su brazo izquierdo, pero Kai no podía abandonar a la joven princesa ahí como lo habían hecho todos los pueblerinos de la zona. No, Kai no era así. Y aunque el dragón duplicara su altura y anchura varias veces, el joven tenía una cualidad de la que la feroz bestia carecía : La inteligencia. Aprovechando esa ventaja, había rociado el filo de su daga con un veneno letal y mortífero. Desgraciadamente de poco le sirvió su inteligencia ante la infinita fuerza del dragón. Le dejó inconsciente en varios minutos. 
La princesa Victoria lo observaba todo desde el cubil de la bestia, no muy lejos de donde estaban. Gritaba con fuerza, preocupado por el estado del joven granjero. Agradecería ese gesto toda su vida si sobrevivía, ella aún tenía esperanzas.
El dragón, mientras tanto, al ver a su presa abatida en el suelo y, puesto que acababa de devorar un rebaño de vacas salvajes, decidió llevárselo hasta su caverna y divertirse un rato con él después. 
Fue un error fatal. 
Justo cuando alzó el vuelo, con el joven agarrado con sus garras muy pegadas al cuerpo, Kai despertó. Sintió vértigo y miedo, pero vio una oportunidad perfecta. Moviéndose muy lentamente para que el dragón no lo sintiera, extrajo de su bota su cuchillo de repuesto, buscó un hueco entre las escamas de color zafiro y lo hundió en la carne de la criatura, que se sobresaltó y abrió la garra. 
El joven cayó desde una altura de trescientos metros y, mientras lo hacía, se arrepintió al instante de haber sido tan estúpido. Mientras el viento rozaba su melena rubia, pasó toda su vida por delante sabiendo que el final de ella acababa en ese mismo instante. Cuando se aproximaba al suelo elevó la vista. Lo último que vio, fue al dragón azulado desplomarse al suelo gruñendo de puro dolor. Había acabado con él.
La princesa fue rescatada tiempo después por varios granjeros de la zona y sí, estuvo agradecida toda su vida a Kai, porque él, aun siendo pequeño y débil, tuvo el valor y el coraje de enfrentarse a sus propios miedos. Porque él había dado su vida para rescatarla y no podría pagárselo nunca, por nada del mundo, porque ya no estaba. 
Sin embargo, la princesa Victoria construyó un palacio para la familia del joven fallecido y, en su honor, llamó a su primer hijo con el nombre de su héroe, Kai. Cuentan, que el príncipe Kai tuvo el mismo valor y el mismo coraje que el granjero.
Kai fue recordado en la mente de cada uno de los habitantes de aquel pueblecillo y, se dice que el espíritu del valiente Kai baga aún por palacio protegiéndolo día a día, noche tras noche, de posibles amenazas y peligros. Protegiendo a la princesa aún después de la vida, eternamente y para siempre.


FIN


El anciano sonrió. Había acabado su historia por fin, lo había conseguido.
En ese momento, sintió un dolor fuerte en el corazón. Con el frío aún azotándole en la piel, notó un soplo en la nuca.
Era el soplo de la muerte.
Agarró como pudo la última hoja de su historia y se desplomó. Aferró aquella hoja a su corazón y cerró lentamente sus ojos, mientras los latidos se hacían cada vez más lentos y el frío se apoderaba de todo su cuerpo.

Fue encontrado, esa misma noche, tumbado en el suelo con una sonrisa en la cara y con toda su mesa llena de papeles. Pronto se informó a todo el pueblo de su fallecimiento y la noticia corrió de boca en boca por todos los habitantes. Su historia se publicó más tarde y tuvo una grandísima acogida. No era para menos, ya que ésta estaba firmada con el sello monárquico: "El Héroe" escrito por el Príncipe Kai de Inglaterra.