domingo, 2 de septiembre de 2012

Hasta luego

El sol había caído desde hacía un par de horas en la Tierra, sin embargo, en aquel sitio, justo en ese momento, el sol comenzaba a esconderse tras las montañas. Mezclada con colores naranjas y azules, la bóveda celeste parecía mucho más despejada de nubes que de costumbre. Toda la superficie del planeta, quedaba rociada con brillos dorados. Era como si los Dioses la hubieran rociado con una capa de magia. Los últimos rayos de sol, golpeaban en las ramas de un viejo árbol de más de un siglo de antigüedad.
Justo allí, subido a él, se hallaban dos chicos. Ambos permanecían callados, completamente en silencio. No un silencio incomodo, todo lo contrario. Era como si a ambos se les hubieran acabado las cosas que decir y se detuvieran a reflexionar. Ella miraba el horizonte, totalmente asombrada por su belleza. Era el mundo con el que había soñado y se sentía realmente afortunada de poder disfrutar de una puesta de sol allí. Él, sin embargo, hurgaba en el interior del árbol con un pequeño palo. Un pasatiempo que le hacía pensar mejor.
Permanecieron varios minutos así y, cuando el sol quedó totalmente escondido, a ambos se les ocurrió algo que decir.
-Tengo que irme- se adelantó Yinsel.
El chico la miró con preocupación, pero permaneció callado.

Ambos bajaron el árbol por su cuenta, ayudándose de ramas y del tronco. Tuvieron que pegar un gran salto al final, pero, cuando sus zapatos tocaron el suelo y se incorporaron, se dedicaron una bonita mirada.
-Nunca he sabido qué decir en las despedidas- dijo el joven algo nervioso.
Ella sonrió.
-No tienes por qué decir nada. Simplemente tienes que...
-No quiero que te vayas- le interrumpió el chico.
Ella le miró fijamente.
-Tengo que irme. No hay otra opción.
Él bajó la mirada.
-¿Sabes lo que nos ha costado conseguir todo esto? Tú y yo, mano a mano, con momentos malos con momentos buenos, pero lo hemos hecho. Ahora es nuestro y, justo cuando lo acabamos dices que tienes que irte.
-Kolt, sabes de sobra que no es por mí. Parece mentira...
-Lo sé, lo sé... Pero entiende que me duela. He dedicado a ésto mucho tiempo, quizás no el todo el que he podido, pero...
Ella le cogió de la mano sin apartarle la mirada.
-No es un adiós definitivo, Kolt. Vendré de vez en cuando, te saludaré y todo volverá a ser lo mismo.
-Durante un par de minutos. Luego te volverás a marchar y todo volverá a cambiar- dijo el chico algo enfadado.
-No eches por la borda todo. Disfruta de este momento, porque yo nunca lo olvidaré. Éste y todos permanecerán en mi memoria hasta que sea una ancianita. Este mundo, todos los momentos, las risas, las situaciones incomodas, las ganas de llorar, todo tendrá un hueco en mi memoria por siempre.
El joven sonrió emocionado. Se acercó a ella y la abrazó muy fuerte. Ella apoyó su mejilla en el pecho del chico. Fue un momento único, pero a Kolt le pasó realmente deprisa.
-¿Sabes? Justo cuando has dicho aquello de que tenías que irte, yo iba a decir una cosa- dijo Kolt sin soltarla.
-¿Ah sí? ¿Qué era?- preguntó ella levantando el rostro, curiosa.
Kolt sonrió.
-Iba a decirte que si recordabas el día que llegamos aquí.
Ella sonrió y apartó la mirada de sus ojos para volver a fijarlos en el horizonte.
-Claro que lo recuerdo. Hace mucho tiempo... Fue un 18 de mayo.
-Tú siempre con las fechas, ¿qué importa qué día fue? Lo importante es que no sabíamos si saldría bien, pero nos agarramos de las manos y cruzamos el portal, juntos...
-Como una piña- completó ella.
Estuvieron varios minutos riendo por la gracia que sólo ellos entendían. Ellos y una persona más, Daylunn, a la que dedicaron un último pensamiento antes de separarse del todo.
-Tengo que irme, Kolt- dijo ella con cierta tristeza.
-Adiós Yinsel- dijo él con el mismo sentimiento.
-No es un adiós- exclamó ella de pronto -Es un hasta luego.
Fue como si las palabras de la chica apagaran de golpe la tristeza y le rellenaran el hueco de felicidad.
-Eso espero, pequeñaja y que nada cambie. Tengo miedo de que todo cambie.
-Es inevitable que las cosas cambien- dijo ella -Reza por que cambien a mejor.
-Rezo por ello- dijo antes de abrazarla. Ella respondió a su último abrazo con fuerza.
Se iba.
Caminó varios pasos hasta la parte trasera del árbol en el que habían estado subidos minutos antes. Colocó su mano en el pomo de la puerta que había y la abrió con fuerza. Una poderosa luz salió de ella. Era extraño, pero a la vez muy mágico. Era una luz azul y a la vez verde. La iluminada barrera que salía del árbol era un portal. El portal más hermoso que habían visto en sus vidas y Yinsel debía cruzarlo.
Se dio la vuelta para ver el rostro de Kolt por última vez antes de marcharse. Sonreía, pero estaba destrozado por dentro. 
-Hasta luego, piruleta- dijo él.
-Hasta luego, Kolt- dijo antes de atravesar el portal decidida.
El joven no dio crédito al espectáculo de luces de colores que hubo a continuación: rojo, amarillo, verde, violeta... Estaba cargado con la belleza de un arcoiris. 
Fue hermoso.
 Kolt pensó que nunca había visto qué ocurría con un portal al cruzar por él, ya que, las contadas veces que había visto uno, lo había cruzado con su mejor amiga. Eso le recordó todos los bellos momentos que tenían juntos y que podrían no volver a suceder jamás.
-Se ha ido- dijo sonriendo melancólico.
Se había ido. Puede que para siempre, puede que no. Por una temporada o para siempre, nadie lo sabía. Nadie aseguraba que su historia fuera a acabar con final feliz. Nada excepto una chispa que acababa de surgir en el interior del joven.
Esperanza.
La misma magia que había surgido al cruzar el mundo por primera vez, se apoderaba de él ahora.
Sonrió, pero esta vez con nada de melancolía.
-Hasta luego, Yinsel- dijo antes de darse la vuelta y caminar hacia su casa.