miércoles, 9 de marzo de 2011

La cuarta marioneta del espectáculo.

Allí estaba, sentado en la mesa, esperando que volviera. Esperándole como cada noche, como cada día, como cada hora.  Esperando volver a manejarle, como maneja a tanta gente más. Esperando volver a usarle como si fuera un ser sin sentimientos. Dominado, sensible, ingenuo, frágil.
-¿Crees que es sólo eso? ¿Crees que puedes controlarle?- dije mientras pronunciaba las palabras con odio.
La marioneta de pelo castaño claro acababa de sentarse en la mesa, cabizbajo, sin pronunciar palabra.
-No, no puedes- respondí  -Puede que hace tiempo sí, ahora no. No pienso dejar que le toques un pelo, no pienso dejar que te lo lleves. Voy a poner absolutamente todo mi empeño en que pueda olvidarte.
Hubo un largo y duro silencio.
-¿Quién tú?- preguntó de pronto el hombre con la tez grisácea y los ojos ambarinos -¿Tú, que no sabes ni quién eres? ¿Tú, que acabas de entrar en su vida hace relativamente poco? No, lo dudo.
Apreté el puño con fuerza. Lo apreté tanto que comenzó a sangrar.
-¡¿Quieres dejarle en paz?!- grité -¡¿Quieres dejar que continúe su vida como cualquier otro chico de su edad?! él no te ha hecho nada.
-Él me buscó- respondió de golpe.
-Eran otros tiempos- dije y le miré fijamente.
-¿Te refieres a esos tiempos en los que no lo conocías? Sí, hablas de esos tiempos como si hiciera mucho.
-No voy a caer en tus trucos, eso nunca. Sólo he venido aquí para que sepas que no te va a ser fácil llevártelo para siempre. Puede que hace pocos días no tuviera ni un sólo motivo para continuar viviendo, pero ahora... ahora ya tengo uno: proteger a este chico como si fuera mi vida. Voy a salvarlo. Voy a salvarlo de tus sucias manos llenas de ceniza.
-Te reto. Te reto a que lo hagas- contestó el hombre -Pero recuerda, que el que ríe el último, ríe mejor.
Y al pronunciar esas palabras se esfumó. Dejando un rastro de ceniza y dos cigarrillos en el suelo.


4.

No hay comentarios:

Publicar un comentario