sábado, 5 de marzo de 2016

No tan Querido Diario,

Recuerdo haberte contado la historia de los pilares demasiadas veces. Pero lo que nunca alcancé a ver es que habría un momento en el que se pudiesen derrumbar todos a la vez.
Y, siendo sincero, si se derrumba uno, todo se queda sujeto por los otros tres, pero si se derrumban todos...
No pasa nada.

Y quizás sea ese el problema.
Que no ocurre absulutamente nada.
Y ahora no me vengas con el cuento ese de que: "Tú eres el único pilar de tu vida. Solo tú importas".
Eso déjaselo a los sobrecitos de azúcar o a MrWonderful
Y no podría dolerme más la cabeza y no podría quemarme más la piel, pero estoy bien.
Porque no le tengo a él, ni les tengo a ellos, ni tengo a nadie, pero estoy bien.
Es posible que no exista un momento en mi vida en el que haya estado tan solo rodeado de gente, pero lo llevo bien.
Y eso es lo que me asusta.
Porque tengo miedo de vivir así toda mi vida.

Deberíamos aprender a diferenciar el mundo que nos rodea. El dolor del malestar, la rabieta del odio, la sonrisa de la risa y, ésta misma, de la pura felicidad. Siempre he pensado que si fuésemos capaces de diferenciar a la perfección el todo, todo iría mucho mejor. Habría más infelices, pero al menos tendrían un motivo para estarlo. Habría menos esperanzas y más sueños imposibles, pero fuerzas suficientes como para asumirlo y ya.
Y yo nunca he sido de tener cojones, seamos sinceros, Diario.
Y esto de tenerlos para entender las cosas no se queda atrás.

No lo entendí. No entendí que la vida se basaba en rodearte de gente, qué digo gente, de personas. Y cogerles cariño. ¿Te lo puedes creer? A alguien al que ni siquiera has visto en el mismo plano, regalarle tu cariño, quererle. Darle la posibilidad de que te destruyan como quien explota una pompa de jabón.
Suicidarte... pero de la forma más bonita.
Queriendo.
Yo nunca lo he hecho. Bueno, al menos al principio. Digamos que, si la vida fuese un juego, yo habría sido descalificado por hacer trampas.
Aposté cariño cuando ellos jugaban con amor.
Pero jugué.
Sin pensar que, el que juega, corre el riesgo de perder.
Y yo y mis malditas trampas, habíamos perdido desde el principio.

No lo entendí, Diario. No supe entender las relaciones sociales. No supe sobre la existencia del efecto boomerang.
Y que me destrozaría para siempre.
Y nunca fui capaz de enmendarlo.
Solo pude quedarme aquí, sentado, solo. Viendo cómo se derrumba lo que un día construí. Poco a poco, es cierto. Pero estaba completo. Ellos me completaron. Tarde, es cierto. Pero lo hicieron.
Pero ya no.
Y estoy bien. Y tengo miedo de estar roto.
Tengo miedo de confundir las pompas de jabón con las burbujas.
Tengo miedo de confundir el amor con el cariño.
Tengo miedo de no ser suficiente.
Y de no estar aprobado.

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