sábado, 30 de abril de 2011

Secretos

El ruido de los coches, de la gente y de la ciudad en sí, sumía a todos los habitantes a centrarse en sus propios problemas. Problemas familiares, matrimoniales, personales... fueran del tipo que fuesen, eran problemas al fin y al cabo. Tal era la concentración que, aunque en ese momento una jauría de lobos hubiera atemorizado la ciudad, nadie les habría prestado atención, siquiera. Por eso, ver a un joven corriendo a toda prisa, no era nada fuera de lo común. Quizás en otro barrio o en otra ciudad, sí, pero en aquella, nadie notó nada extraño.
Aunque la gente lo ignorará, el chico corría a toda velocidad, esquivando obstáculos. Intentado que "algo" no le encontrara. El joven corría con una caja de tamaño mediano. Giraba la cabeza de vez en cuando para asegurarse de que no estaban lo suficiente cerca para cogerle. Se temía lo peor. No podía correr durante horas y ellos... ellos quizás sí. Buscó entre las caras de la gente, intentando encontrar a la persona adecuada, a la persona ideal para revelarle la identidad de aquella caja. Ésa, era la única manera de conseguir que ese secreto, siguiera escondido durante más tiempo.
Sus perseguidores ya le pisaban los talones. Podía notar su aliento rozando su nuca. Era una sensación de todo menos agradable. Tenía que pensar algo, rápido. La única idea que tuvo fue meterse en una callejuela estrecha aparentemente inhabitada. Entró a toda prisa mientras oía el sonido de un rayo. Se acercaba una tormenta.
El joven volvió a voltear la cabeza. Esta vez ya no estaban. Les había despistado.
Se apoyó en una pared para recuperar el aliento. Sí, era cierto que les había despistado, pero sabía que eso no duraría mucho. Tal y como lo había visto en su visión, aquella noche le matarían. 
Caminó despacio mientras un rayo iluminaba toda la calle de golpe. El sonido habría estremecido incluso al más valiente. 
Sostuvo la caja fuertemente.
Comenzaba a llover.
Mientras las gotas de lluvia mojaban el sombrero del joven, él, seguía caminando por esa extraña callejuela. Y fue allí donde la vio.
Justo al final de la calle, paseaba una mujer con un paraguas color turquesa. No la pudo observar bien, pero supo que, su pelo color castaño claro, era rizado.Tal y como la recordaba.
El joven atravesó la calle sin dudarlo.
-Kata- dijo el joven.
La chica se giró de golpe.
-¿Có.. cómo sabes mi nombre?- preguntó entre intrigada y asustada.
-Eso no importa ahora- dijo el joven, serio -Coge esto.
El chico tendió en sus manos la caja de madera.
La chica no entendía nada, no podía creerlo.
-¿Por qué? ¿Qué es?
-Tienes muchas preguntas y yo, tengo poco tiempo- explicó el joven -Lo único que quiero decirte es que... necesito que la protejas con tu vida.
La chica abrió los ojos como platos.
-Hoa- entendió la chica -¿Eres tú?
El joven asintió quitándose el sombrero y dejando su pelo castaño al descubierto.
-Es hoy- dijo la chica entendiendo de golpe.
El joven volvió a asentir.
El único sonido que se oía era el de la lluvia caer sobre el asfalto.
La chica se aproximó a él para evitar que la lluvia le mojara más de lo que ya estaba. él, lo agradeció con una sonrisa y, inclinándose un poco hacia ella, la besó.
Fue un beso apasionado, único, de película. Ella tiró el paraguas al suelo y, ambos, disfrutaron de aquel último beso.
-Te quiero- pudo decir ella antes de que el joven desapareciera para siempre.


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