lunes, 25 de julio de 2011

Carta en una botella

Julia observaba el horizonte. Miraba quizás el mar iluminado por los últimos rayos del sol del día. Puede que mirara la puesta de sol que caía justo enfrente suya, iluminando sus castaños ojos con un brillo especial, transformándolos en marrón más claro; o puede que esperara la pronta llegada de la luna llena a la playa.
No, nada de eso. Julia tenía la vista fija en ninguna parte. En la nada. Sumergida en sus pensamientos soñaba despierta que caminaba por encima del agua, bailando Singing In The Rain. Feliz. Lejana a todo lo real, porque ya nada le ataba a la realidad. Absolutamente nada. Ni siquiera su madre que la esperaba con la comida fría sobre la mesa; tampoco su padre sentado en un sillón escuchando su canción favorita y fumándose un puro del 59; Ni Marie, su mejor amiga, que había viajado a la capital días antes. Ni siquiera Tomas la ataba a la realidad, el único motivo por el que había escapado de ella.
Porque había llorado muchas noches esperándole, pero él nunca había vuelto. Ni volvería, lo tenía claro. Había preferido marcharse con la sucia de Kate Hathaway, la más pordiosera del pueblo, la más furcia. Pero ello no la alteraba, al menos ahora no.
Bailaba tranquilamente sobre el mar. Dando vueltas, giros y pasos largos. Refugiándose de la lluvia inexistente, también imaginaria. Sonriente, muy sonriente. Irradiando felicidad. Una felicidad tan real como la lluvia, como el paraguas o como el hecho de caminar sobre el agua. Una felicidad inventada por ella misma, en su propio sueño. Felicidad que pedía a gritos una señal. Una felicidad que pedía a gritos a Tomas Ryan.
Julia se halló de frente con la realidad y no pudo con ella. Echó a llorar desconsoladamente en un grito repleto de sufrimiento. Cargado de dolor y de agonía. Cargado de sentimiento que provenía de un corazón roto en mil pedazos.
Acabó tumbada en la arena, notando las olas rozando sus pies, medio evadida de la realidad de nuevo. Dibujando el rostro de Tomas en cada rincón, en cada imagen: en el cielo, en las nubes, en las caras de la gente... Todos eran Tom.
Entonces algo golpeó su pie derecho. Julia fue rescatada de sus sueños. Se levantó con ayuda de sus brazos y observó el objeto que había tocado su pie. Una botella tapada con un corcho, aparentemente vacía, de un tono verdoso fuerte y sin etiqueta. Julia la cogió con cuidado y la puso frente a la luz del sol que ya se escondía por el horizonte. Descubrió que la botella no estaba vacía, que tenía algo dentro. Julia dudó. No sabía si abrirla o dejarla donde estaba.
La curiosidad pudo con ella.
Le costó abrir el corcho cerrado a presión y, cuando lo consiguió, con todas las manos rojizas, giró la botella y la meneó con fuerza. Un pequeño pergamino calló de ella en su tercer intento. Julia lo abrió muerta de curiosidad. El papel estaba amarillento y tenía un aspecto antiguo. La tinta era de un color liláceo. Julia dedujo que se trataba de una carta. >>¡Una carta en una botella! Como en las películas<< pensó y, acto seguido, comenzó a leer:

Querido tú que me lees:


Si has encontrado esta nota, eres la persona indicada. Tú y solo tú tienes el privilegio de poder leerla por primera vez. Mi nombre es Tom Norrison 

-Justamente- dijo Julia furiosa.

Hace tiempo que formo parte de la Marina Real Británica (Roya Navy) como marinero. Actualmente nos encontramos en plena guerra contra la Alemania Nazi. He perdido compañeros, he perdido amigos, he perdido incluso la esperanza. Mi familia vive en Manchester y hace meses que no sé nada de ellos. Tampoco ellos saben nada de mi. Por eso, te he de pedir un gran favor. No, no necesito que les mandes recuerdos de mi parte. Es muy probable que cuando leas esto yo esté muerto. Lo que yo necesito es que reflexiones. Necesito que te pongas durante unos minutos en la piel de la gente que lucha por su país, por su nación. Por esa gente que nunca es recompensada lo suficiente. Por esa gente que entrega su vida en defender sus principios y su ideales. Necesito que pienses, necesito que sientas el miedo que sentimos nosotros. Necesito que nos recuerdes, que me recuerdes, que mires al cielo y intentes imaginarme. 
Si has leído esto, si has abierto esta botella es porque tú eres el elegido. 
Solo te pido un minuto. Nada más. 


PD: Recuerda siempre que las lágrimas están para borrar el dolor. Llora si lo necesitas, sacúdete las lágrimas y vuelve a empezar. 


                                                                             En 12 de diciembre de 1943
                                                                                                                                                                                                                                   Tom Norrison.

Julia cerró los ojos. Una lágrima rozó su mejilla.
 >>Este hombre puede que esté muerto en este momento<< pensó. >>Hace treinta años que se escribió esta carta. Es imposible<<
Tomó aliento y suspiró. Observó el cielo rosáceo y como había mandado Tom en su carta, pensó en él. Lloró por él, sufrió por él. Y estuvo varios minutos intentado imaginarlo.
Se levantó de pronto con la carta aún en la mano. Miró de nuevo el último rayo del sol de la tarde y caminó descalza por la playa, con las ideas claras.
Tengo que saber si sigue vivo. Tengo que decirle que me ha llegado su carta.
Sonrió. Al menos ahora ya no pensaba en el otro Tom. Al menos ahora algo le aferraba a la realidad. Y se marchó de allí, dejándo la botella verdosa vacía y enterrada en la arena. Se marchó con un único pensamiento en mente.
-Te encontraré Tom Norrison de Manchester- susurró antes de echar a correr.

2 comentarios:

  1. Hola!
    Gracias por tu comentario, a mi también me gusta tu blog, y te sigo (:

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado ;) pero tengo una duda : esto lo vas a seguir? Lo digo porque esta muy bien y me he quedado un poco con la intriga;).
    Te dejo aquí mi blOg por si te quieres pasar:
    http://versosparaunaprincesa.blogspot.com/ espero que te guste si lo lees
    Saludos Dani ;)

    ResponderEliminar