miércoles, 3 de julio de 2013

Condicionales

>>Pruébalo, es sencillo<< me había dicho aquella señora en la parada del tren.
Se llamaba Esperanza, ¿coincidencia? Yo no creo en las casualidades. Ella tampoco.

Tal y como dijo, tracé una línea con un rotulador marrón en un papel que casi cubría el suelo de mi habitación. Allí estaba yo, dibujando mi pasado, previendo mi futuro.
>>Piensa en un acto cualquiera. Cuanto más diminuto y sin importancia, mejor. Cuando lo tengas, escríbelo en el origen de la línea. De ahí comenzará tu historia.<<
-Algo que haya pasado desapercibido por mi vida... Algo sin importancia...- dije para mí, mientras intentaba buscar ese algo. Indagué en mis recuerdos de una forma tan intensa que hasta yo mismo me sorprendí. Encontré un momento perfecto y lo escribí a toda velocidad antes de que se me olvidase. 
Un árbol. Un árbol que planté con mi mejor amigo de la infancia en una ciudad a miles de kilómetros de mi casa. Hacía dieciocho años de aquello, pero aquel recuerdo aún permanecía ahí, en un hueco de mi mente, esperando ser rescatado.

>>Cuando lo tengas, comienza a completar la historia con todas y cada una de las consecuencias que haya ocasionado el origen. Puede que la primera consecuencia parezca una tontería, pero te aseguro que te llevará a un punto que te hará replantearte lo importante que puede ser un pequeño detalle.<<
Ahora ya tenía el origen, aquel árbol, el principio de todo, el acto que cambiaría el rumbo de mi destino. Y bien, ¿qué consecuencia traía consigo el haber plantado aquel árbol? Se me ocurrió una al instante. Tay y yo no nos llevábamos bien por aquel entonces. Fue gracias a aquel árbol que empezamos a hablar y, justo de ahí, nació una fuerte relación de amistad. 
-Por lo tanto, como consecuencia de aquel acto- dije para mí, mientras escribía en la línea lo que decía, -Tay y yo comenzamos a ser amigos.
¿Y qué resultado tuvo ese acto? Muchos en realidad, no podía pensar en uno en específico. Tay había cambiado mi vida y mi personalidad bastante, nos habíamos criado como hermanos. Llevaba tiempo sin verle... ¿cuánto? ¿cinco años? ¿Por qué nos habíamos distanciado? El trabajo, la familia... 
¡Llevo sin ver a Tay cinco años!- exclamé.
Todo empezaba a cuadrarme en mi cabeza mientras completaba la línea que había escrito en el papel.
-Bien, si no hubiese plantado ese árbol, nunca habría tenido una amistad con Tay y, por lo tanto, nunca me habría mudado con él a Barcelona- decía para mí.
Eso era una consecuencia bastante grande. El plantar un árbol había dependido de un cambio en mi vida bastante brusco pero, curiosamente, eso no acababa ahí. 
-Si no me hubiese mudado a Barcelona, nunca habría conocido a Annie. No hubiese encontrado el trabajo que tuve, ni me hubiese casado con ella. Los amigos que ahora tengo, no serían mis amigos, puede que ni se hubiesen conocido entre ellos- dije con los ojos muy abiertos, sorprendido y comprendiendo todo de golpe. -Tiempo después, no habría decidido divorciarme de ella. No me habría mudado a este apartamento. No habría conocido a Esperanza y, por supuesto, no estaría haciendo esto. Mi vida sería muy diferente.
Escribí con las manos temblorosas todo lo que decía. Únicamente faltaba un punto, el punto de cierre. 
No tenía ninguno. No se me ocurría. No existía.
Cogí el teléfono de golpe y busqué en mi agenda el último número registrado. Pulsé el botón y llamé. Segundos después, una voz dulce y que inspiraba confianza, contestó.
-Es... Esperanza. Soy yo. Esto... el chico con el que te encontraste en la parada del tren. A aquél que le contaste lo del destino. Bueno, imagino que no seré al único al que se lo dijiste- dije, nervioso, al ver que no contestaba en seguida.
-Sí, joven, me acuerdo perfectamente de ti. Dime, ¿cuál es el motivo de tu llamada?
Tragué saliva.
-He hecho la línea. He buscado un origen y los acontecimientos han surgido solos.
Escuché una dulce risa al otro lado del aparato.
-Me he dado cuenta de que... si no hubiese plantado ese árbol, ahora... no estaría tan perdido.
La mujer reflexionó durante medio minuto.
-Joven, los condicionales no existen. No existe el "hubiese", no existe el "habría", ni el "habré". Existe lo que ocurrió, lo preciso, lo real. Si eso ha ocurrido, ha sido por algo. No hay vuelta atrás, porque si por algún casual, tu origen, ese árbol, no existiese, tu yo de ahora tampoco existiría. ¿La razón? Ése es el enigma-.
Me quedé perplejo ante su sabiduría.
-Me queda concluirlo y, si te soy sincero, no soy capaz de hacerlo. No se me ocurre nada, he llegado al presente.
-Es normal. Es totalmente normal- dijo y me la imaginé sonriendo, -desde luego, en algún momento sabrás como finalizarla. Sabrás al punto que ha llegado tu origen. Confía en mí- dijo justo antes de despedirse y colgar.

Esa fue una de las llamadas más extrañas que tuve en mi vida y, sin embargo, una de las más mágicas. Podría decirse que esa llamada fue el origen de muchas cosas que ocurrieron después, pero esa no es la historia. 
Tiempo después descubriría que, si no hubiese plantado ese árbol, nunca hubiese construido una amistad con Tay y, por lo tanto, nunca me hubiese mudado a Barcelona. Si no lo hubiese hecho, nunca habría conocido a Annie y, sin ella, nunca hubiese entrado en aquel trabajo que me proporcionaría aquellos amigos tan geniales que un día tuve, sin ellos, nunca habría abierto los ojos y nunca habría dejado a Annie para irme lejos, al apartamento donde reflexioné sobre qué me había hecho acabar ahí. Y, ¿sabéis qué? Hoy puedo decir que si no hubiese reflexionado sobre eso, nunca habría encontrado a la persona que cambió mi vida y, con ella, infinidad de cosas, como el trabajo de mi vida y una familia perfecta. Si una de aquellas cosas no hubiese ocurrido, nunca habría alcanzado mi final feliz, pero, como dijo Esperanza, los condicionales no existen y, ¿sabéis? Confío con todas mis fuerzas en que no podría haber sido de otra forma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario