domingo, 6 de abril de 2014

Desde lo alto

-¿Te subes?
Como si todo fuese tan fácil, Kev. Ya está. Compras el primer ticket al fin del mundo y arriesgas tu vida solo por "diversión".
Los parques de atracciones nunca me han parecido el lugar perfecto para pasar el rato. Bueno, quizás eso no es del todo cierto, digamos que el problema son las atracciones. A mí eso de confiar en que unos engranajes funcionen, no me genera mucha confianza. Ya, ya sé que tampoco es que vaya regalando confianza a todo el que pasa por la calle, yo soy más bien cerradillo. No suelo confiar en nadie. Quizás es que tengo algo de miedo de tragarme la... cobardía. ¿Soy un cobarde? Bueno, a ver, todos lo somos a veces. Somos cobardes por naturaleza, ¿no?
Qué coño.
No somos cobardes (no todos al menos), SOY cobarde.
Y no lo soy únicamente por no tener el valor de subirme a esta atracción.
-Eh, ¿me oyes?
-No estoy del todo seguro, Kevin...- digo, desconfiado.
Él me mira, frunciendo el ceño.
-No pienso obligarte, si no quieres, pues no nos subimos.
-Prefiero no montar- digo medio riendo, medio intentando salir del paso.
Vale. Soy un maldito cobarde, pero bueno, no ha ido todo tan mal, ¿no? Espero que la decepción no le dure mucho tiempo.
Caminamos varios minutos más. Bueno, digo caminar por decir algo, en realidad deambulamos. La conversación se enfría, nadie tiene nada que decir.
-¿Alguna vez has hecho algo sin pensar?- me pregunta.
Trago saliva.
-Posiblemente no. Puede que cuando no supiese lo que era pensar, yo ya pensase las cosas. Soy así.
Sonrío.
-Eso no puede ser bueno. Tú, que estudias psicología, debes saber que eso debe ser algún trastorno de esos raros.
-Yo soy raro.
Reina el silencio.
-Tienes que empezar a dejarte llevar. ¿Crees que un pájaro no está asustado antes de empezar a volar?
-Hombre, lo cierto es que científicamente tienden a querer volar por instinto.
-Calla, inútil, era una metáfora- me interrumpe riéndose -La cosa es que debe estar acojonado. Es una experiencia nueva. Es normal. Y, sin embargo, ¿ves a alguno que no lo haga?
-Supervivencia
-Que te calles. ¿Ves a alguno que no lo haga o no?
-La verdad es que no.
-He ahí tu respuesta. Experimentar, arriesgar, vivir. Van cogidas de la mano. Quién sabe si encontrar al amor de tu vida depende de que golpees esta piedra- dice mientras la golpea- y acabe en aquella alcantarilla.
-Deliras.
-Posiblemente, soy feliz jugándomela a cada instante.
-Definitivamente eso no puede ser sano.
-Ninguna de las mejores cosas que hay en este jodido planeta son sanas.
Se acaba la conversación. Nadie habla, nadie respira o al menos a nadie se le oye. Lo tapan las ruidosas casetas de la feria, llenas de alegría. Hay ruido a nuestro alrededor, pero el silencio es cortante. Las luces nos ciegan. Todo es diversión, todo es felicidad.
-Vamos- digo de pronto.
-¿Qué?- pregunta extrañado.
-Vamos a subirnos a esa atracción.
-¿Estás pensando lo que estás hacien...?
-Obviamente que no. Por eso te pido que me lleves rápido y que esto acabe pronto.
Y así fue.
En varios segundos estábamos en la cola y, un minuto después, atando nuestros cinturones.


La atracción arrancó antes de lo que me esperaba. Puede que el tiempo pase distinto cuando no piensas las cosas. Con unos leves balanceos, mi pelo comenzó a arremolinarse. Sentía la necesidad de levantar los brazos. Por mis venas corrían caballos de adrenalina a toda velocidad. Era una locura. Era una dulce locura. Joder, estoy volando.
-¿Qué tal lo llevas?- dijo Kevs mientras nos balanceábamos más y más.
-Bah, esto no es nada- dije, pero podía leerse en mis ojos el miedo a caer.
Él los leyó, pero también la letra pequeña: "quiero arriesgarme".
Nunca he perdido la noción de lo que estaba ocurriendo, pero ahí, en esa atracción, perdí el norte.
Hay que ver. Con lo calculador que he sido yo siempre, no era capaz de analizar la razón por la cuál había decidido subirme a aquel cacharro. Era más simple de lo que creía: No lo había pensado. Y Kevin tenía razón. Jugársela puede llegar a ser divertido.
Quizás no entendía lo que era vivir hasta que sentí el viento fuerte golpeando mi pelo en aquella atracción.
Volaba.
Desde esa altura podía ver todo. Era como un pajarillo que acaba de aprender a volar.
Desde lo alto... lo comprendí.
Y posiblemente aquella no era la mejor noche, ni el mejor lugar, ni la mejor compañía, pero sí el mejor momento para apostar todo a una misma carta y cortar de raiz aquella piedra que me hundía. No fue fácil, no voy a engañaros, pero varias horas después estaría cogiendo el primer vuelo a quiénsabedónde para empezare mi vida de nuevo.
Y, ahí, desde lo alto, comprendí que estaba haciendo lo correcto.

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