martes, 11 de enero de 2011

Ojos Bicolores

-Y si existiera alguien... con la capacidad de poder ver lo cómo es la gente en realidad- dijo la pequeña, mientras se abrochaba el cinturón del asiento de detrás del coche.
Esperó la respuesta de su interlocutor, que se acababa de montar en el vehículo.
-¿Ver cómo es la gente en realidad?- repitió el hombre alzando una ceja.
La niña asintió con una sonrisa, disimulando lo mucho que le costaba contar eso.
El padre soltó una carcajada y arrancó el coche.
-Esas personas solo existen en las películas, mi vida- dijo el hombre con cierta ternura.
La niña se quedó parada.
-No, no es cierto, hay gente... hay gente que puede ver como es la otra gente...- explicó la niña con nerviosismo -Sus gestos, sus posiciones...-
El padre miró a su hija a través del espejo. Giró el volante y el coche giró la curva.
-Te lo juro- fulminó ella clavando sus ojos bicolores.
El padre frunció el ceño.
-¿Quién te ha dicho esas cosas, cariño?- preguntó el padre
-Nadie...
-¿Entonces, de dónde lo has sacado? ¿De algún programa de dibujos animados?
-No- contestó ella -Lo he sacado de mi.
El padre tragó saliva.
-¿De ti?- preguntó extrañado.
Reinó el silencio.
-¿De ti?- repitió el padre.
-Sí- dijo ella simplemente.
Se pasaron todo el trayecto de su casa a la casa de su abuela en silencio. Oyendo simplemente como comenzaba a chispear fuera del coche.

El depósito marcaba vacío.
-Aguanta, aguanta- dijo el hombre rompiendo el silencio anterior.
Pero el coche no quería seguir más.
-¿Por qué nos paramos?- preguntó la niña con duda.
El padre no contestó, estaba demasiado preocupado en cómo iban a  llegar a casa de su madre sin gasolina en medio de un descampado.
-Papá...- dijo la niña nerviosa.
-¡Calla un momento, Emma!- gritó el padre llevándose las manos a la cabeza.
La niña iba a replicar, pero algo la interrumpió. Se oyeron disparos fuera y... todo sucedió muy deprisa.
La niña, solo recordaba como había entrado un señor con bigote y había echado a su padre del asiento de piloto. Después, otros dos habían abierto las puertas traseras y la habían cogido en brazos.
-¡¿Qué hacéis?!- gritó ella -¡Dejadme en paz!
-No, pequeña, no te podemos dejar en paz- dijo el hombre con bigote -Eres una niña muy especial.
Los tres hombres montaron a la niña en el coche que habían traído y se marcharon, dejando a su padre en el suelo, en un charco de sangre, gritando pidiendo desconsoladamente ayuda.
El hombre, oyó el sonido del motor alejarse antes de perder el conocimiento.

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